Diario
9ª etapa
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Viérnes 09/07/04
Hoy
salgo más tarde, ya que los dueños del hostal me dijeron anoche
que no abrían hasta las ocho de la mañana, aunque estaba despierto
desde antes de las siete. A las ocho y veinte iba saliendo. Al principio me
voy guiando por la guía Fonseca y la verdad que muy bien, pero al llegar
al embalse de Ricobayo empiezan los problemas. Al principio, las flechas marcan
el camino, atravieso la cola del pantano por el puente de la N-630 y empiezo
a bajar hasta el embalse, pero pierdo el camino y llego a las ruinas del castillo
de Castrotorafe campo a través y por intuición. Tras superar
el castillo me vuelvo a perder, ya que siguiendo un camino, observo, gracias
a la posición del Sol, que voy hacia atrás. Vuelvo a usar el sentido
común, y como puedo llego a la carretera por la que continuo hasta Fontanillas
de Castro (no hay cajeros automáticos), donde retomo el camino. Desde
aquí, sin problemas hasta Riego del Camino y después hasta
Granja de Moreruela.
Aquí
la parada es obligatoria, pues el camino se bifurca en dos: la Vía de
la Plata que continua hasta Astorga para unirse allí al camino
Francés y por otro lado, el Camino Mozárabe (que es
el que yo voy a seguir) y que pasa por Puebla de Sanabria y Ourense.
Pierdo
más de 40 minutos buscando quien me selle la credencial. Busco el bar
Cle-bis (indicado en la guía de Sevilla) pero está cerrado, no
encuentro ni al alcalde ni concejales, por lo que decido continuar el camino,
y saliendo del pueblo veo el anuncio del bar "El peregrino",
y decido entrar a tomar un café; me atienden de maravilla, me sellan
la credencial y, además, me indican el camino por el que desviarme para
llegar al monasterio Cisterciense de Santa María de Moreruela,
así como el que seguir a la vuelta para reincorporarme al camino.
Un muchacho
que se encuentra arando al borde del camino, me confirma la ruta y poco después
llego a los restos del monasterio. Los restos son impresionantes, por lo que
tuvo que ser un gran templo. Observo que un individuo (por llamarle de alguna
manera) le da unas explicaciones a un grupo, por lo que me acerco y cuando ellos
atraviesan una valla metálica, les sigo. El citado individuo se me vuelve
y me dice que está prohibido pasar, y yo solo atino a dar una disculpa,
cuando ellos si pasaban, y más, cuando no existía ninguna señal
de prohibición. Después me daba de bofetadas por no haberle contestado
alguna "fresca".
Vuelvo
a mi bici, y nada más reincorporarme al camino, pinchazo en la rueda
trasera. Desmonto la rueda y mientras reparo el pinchazo se me acercan una pareja
de pastores (él y ella) con su rebaño, me saludan y me preguntan
por dónde voy a continuar; les contesto de que, a pesar de que las flechas
indican de frente, me habían aconsejado girar a la derecha, en busca
de la carretera. Me contestan que es lo correcto, ya que si sigo las flechas,
me llevarían al río, y no podría cruzar, por lo que es
mejor que busque la carretera y cruce el río por el puente Quintos. Les
doy las gracias por sus consejos (siempre se encuentra gente amable). Sigo con
mi pinchazo, y cuando la rueda está arreglada, no puedo montarla en la
bici, ya que con el peso de las alforjas, no puedo sostenerla en peso con una
mano, y con la otra montarla. Tras intentarlo varias veces, decido que solo
me queda la opción de desmontar las alforjas, con todo el trabajo que
conlleva. En esto aparece un coche y le hago señas de que pare, y el
hombre se presta a ayudarme, y en un instante, la rueda está montada.
Le doy las gracias a este señor y a Santiago Apóstol, por lo oportuna
de su llegada.
Reanudo
el camino y atravieso el río Esla por el puente, y como el siguiente
tramo no es ciclable, continuo por carretera (con un vendaval en contra y en
subida) hasta Foramontanos de Tábara. Aquíbusco alguna
flecha amarilla para reincorporarme al camino, y a la altura de un polideportivo,
dejo la carretera por un camino a la izquierda y retomo el camino y tras alguna
perdida, llego a Tábara sobre las 2 de la tarde. El viento en
contra (existe en las cumbres de esta sierra un parque eólico) durante
20 km duros, me ha dejado bastante castigado. Me paro junto a la iglesia de
Santa Mª de Tábara construida sobre los restos del monasterio
de San Salvador. En esta población he de soportar las "traperías"
de un grupo de muchachos en un coche. Saco algo de dinero en un cajero y tras
comer y descansar un rato en la población, de nuevo al camino.
Aquí
vuelven a surgir dificultades de orientación. Nada más dejar atrás
el cruce por el que he entrado, no encuentro ninguna flecha, y los caminos existentes,
no coinciden con los señalados tanto en la guía Fonseca como en
la de Sevilla. Después de perder más de 40 minutos recorriendo
pistas, y volviendo atrás, milagrosamente doy con una flecha en el pretil
de un pequeño puente que salva la cuneta de un camino. Por la noche,
en el albergue de Santa Croya de Tera, me entero de que, al parecer han hecho
obras en esos caminos, y las flechas han desaparecido. Espero que las hayan
repuesto. Con una escasez de flechas preocupante, me introduzco en una bonita
sierra cubierta de encinas y jaras brillantes de resinas, a través de
una maraña de caminos que se cortan. Continuamente voy pidiéndole
a Dios y al Apóstol que guíe mi camino. Hay un momento que paso
junto a una carretera, y dudo si seguirla, pero según mis notas, no he
de cruzarla, por lo que continuo por los camino, hasta que al llegar a una casa
abandonada, observo que el camino y las guías coinciden (después
de 12 km).
A partir
de aquí, fácil de orientación y por un terreno rompepiernas,
llego a Bercianos de Valverde, con sus típicas bodegas bajo tierra
(hay verdaderas colinas, completamente horadadas por multitud de bodegas). Poco
después, y tras superar un importante cerro, llego a Santa Croya de
Tera. Durante todo el camino he observado unos cárteles indicando
el albergue "Casa Anita" Santa Croya de Tera, y decido pasar
la noche aquí, a pesar de que mi idea era hacer noche en Santa Marta
De Tera, a 2 km de aquí.
Anita
y su marido me reciben con mucha cordialidad, me enseñan el albergue,
me ofrecen vino de su cosecha propia (por cierto muy bueno), me permiten lavar
la bici y me comentan que en el albergue hay una chica danesa y un muchacho
austriaco. Descargo el equipaje y observo que la chica se encuentra dormida
en una de las literas, por lo que procuro hacer el menos ruido posible. Me doy
una buena y reparadora ducha, y salgo me acomodo en el salón a escribir
el diario. En esto que sale la chica, y ¡ SORPRESA !, SE
TRATA DE LA MISMA CHICA QUE ENCONTRÉ EN MI PRIMERA NOCHE EN ALMADÉN
DE LA PLATA. Ella también me reconoce, pero sin saber dónde habíamos
coincidido. Tras repasar su diario, recordó el lugar.
No comprendo
cómo ha podido adelantarme. Me explica que, debido al calor, decidió
coger en Zafra un autobús que le llevó hasta Salamanca. En esta
charla llega el marido de Anita, y tras preguntarnos si cenaremos, nos invita
a ir a conocer su bodega. La chica declina la invitación, mientras que
el muchacho austriaco y yo la aceptamos. Son muy curiosas. Como ya he comentado,
se encuentran bajo tierra; entrando tiene un salón con ventana, chimenea,
una cocina, mesa y sillas y bajando una escalera excavada en la tierra, se llega
a un sótano donde se encuentra la bodega propiamente dicha. Nos tomamos
unos vasos de vino con chorizo y después de visitar un par de bares,
nos fuimos a cenar. Cenando conocemos a Conchi, la hija de los dueños,
y le comento que tengo una hermana llamada Conchi.
Tras
la cena, el marido de Anita se ofrece a informarme sobre el camino que me espera,
sus poblaciones y sus albergues y que tal son. La verdad es que esta información
me vendrá de perlas. Tras todo esto, a la cama que mañana me espera
una dura jornada.