Diario 4 ª etapa

                       Domingo 04/07/04

      Después de una noche, donde los mosquitos me han acribillado (el "autan" se había quedado en las alforjas de la bici, en el almacén), el despertador sonó a las 6,45 h.. Tras recoger, bajé y el dueño me abrió el almacén, recogí las alforjas (cada día lo hago más rápido) y pedí permiso para dar un manguerazo a la bici (y alforjas, que bien cogen polvo) y la dejé "fetén".
            Salí por donde me indicó el señor la noche anterior y de lujo; Llegué al embalse de Proserpina rápidamente y tras unos km de asfalto, me desvio a la izquierda por un camino precioso y muy bien señalizado. Llego a Carrascalejo, y tras una foto a su bonita iglesia, continuo el camino; poco después aparecen los problemas de orientación cotidianos, en forma de obras de la autovía. Tras una bajada y después de cruzar un ¿arroyo seco? desaparecen las señales debido a la construcción de un puente para la autovía. Tras dudar un momento, observo que las guías mandan a la derecha, por lo que tras mirar atentamente, observo que las flechas amarillas han sido sustituidas por tiras plásticas del mismo color con el anagrama del camino.
            Finalmente llego a Aljucén, donde desayuno en un bar, junto a la iglesia y la plaza. Con la misma, a continuar el camino por carretera hasta cruzar el río del mismo nombre y al llegar a la gasolinera, aprovecho para comprar "acuarius"; le pregunto al empleado dónde se encuentran y me contesta con un gruñido y gestos; ante tanta amabilidad le pago y le doy las gracias de la misma manera:
            - POR FAVOR, ¿TIENE USTED ACUARIUS?. Le pregunto.
            - GRUÑÑ. Me contestó, al tiempo que me señalaba un refrigerador de un rincón.
            Tras coger un par de latas, le puse en el mostrador un billete de 5 euros, y tras darme el cambio, le dije:
            - GRUÑÑ. Y salí de allí reconfortado por tan amable conversación.
            Aquí inicio un tramo que me preocupaba por las referencias que hacía sobre mastines con rebaños y por posibles problemas de orientación, pero sin embargo, ningún problema. Paisaje precioso, bien señalizado y tramos de subida duras, debido, sobre todo a las alforjas. Llego a la Cruz de San Juan, desde donde llamo a casa. Tras la llamada, reanudo el camino y me cabreo bastante al tiempo que me acuerdo de mi amigo Miguel, al ver colgada de unas ramas de eucalipto, una cámara de bicicleta, que algún idiota no tuvo más ocurrencia que dejar allí como recuerdo, amén de restos de sobres de glucosa líquida. No lo puedo entender. No comprendo como puede ser compatible montar en bicicleta de montaña y tener estos comportamientos.
            Tras continuar el camino, en descenso llego a Alcuescar sobre las 12 de la mañana. Me acerco a La casa de la Misericordia de la Congregación de Esclavos de María y me encuentro con el Hospitalero que iba saliendo; se volvió conmigo y me presentó al hermano Julián,un monje ya mayor, amable y cariñoso (conocía Huelva y Ayamonte) que me selló la credencial. Reanudo el camino, y por senda que no caminos, amén de pequeños problemas de orientación, llego al puente de medieval de origen romano que da entrada a Casas de Don Antonio sobre las 13 horas y con un calor que derrite las piedras. Aquí observo el cartel que indica la piscina y dudo entre seguir el camino o irme a la piscina municipal. Opto por lo primero, y tras llegar a la plaza, me tomo dos cervezas en el único bar existente; la primera de las cervezas me la tomé tan rápido, que la camarera dudó si la había puesto o no. Prosigo el camino con la idea de parar a comer en el próximo pueblo. A partir de aquí, el camino transcurre paralelo a la N-630, siendo llano y divertido, dejando al lado algunos miliarios, entre ellos el miliario correo, donde dejé una nota para los amigos mallorquines que suponía detrás, prosiguiendo mi camino hasta Aldea del Cano. Como la ruta no pasa por el mismo pueblo, me desvio un par de km y entro en él, y me voy por derecho hasta la Piscina Municipal, con la intención de comer y descansar allí las horas de calor. Al principio me ponen pegas para introducir la bici; les insisto, hanciéndoles ver que soy un peregrino a Santiago y la imposibilidad de dejar la bici en el exterior, donde me podrían dejar completamente limpias las alforjas de su contenido; con la ayuda de la socorrista, que salió en mi defensa, consigo dejar la bici en el interior. Baño, almuerzo y a dormir bajo una sombrilla. ¡Esto es vida!
            A las 17,30 horas me pongo a recoger, y estando cambiándome en el vestuario recibo la llamada de Gregorio (el del Niño Único). Bonito detalle por su parte. Antes de las 18 h. estaba en camino; con un calor axfixiante, atravieso un aeródromo donde hay un cartel en el que se indica que se venden bebidas frías, y con ese interés llamo a las puertas, pero allí no hay nadie, así que para adelante por un terreno árido y feo. Atravieso varios tramos de calzada romana y llego a Valdesalor atravesando un puente romano y varios tramos más de calzada romana. Me voy derecho al Hogar del Pensionista, donde me tomo 2 cocas bien frías y compro una botella de agua casi helada, con la que rellené mi mochila de agua y para Cáceres. Subí el Puerto de las Camellas con menos calor, descenso y vuelta a subir el Alto del Moro y ya todo descenso hasta llegar a Cáceres. El camino en Cáceres está muy mal señalizado. A tientas llego hasta la Iglesia de Santiago, siendo las 20 h. donde hago algunas fotos, y como me parece temprano, decido continuar hasta Casar de Cáceres. Me dirijo al albergue, que está bastante concurrido, al menos 9 o 10 peregrinos, entre ellos un ciclista, ya que he visto la bici abajo. Yo decido que la mia duerme arriba, ya que no me fio de dejarla sola, así que la tomo en peso y escaleras arriba, guardándola en una de las habitaciones vacias. Una buena y reparadora ducha, la colada diária y a cenar a una cafetería (MAJUCA) junto a la plaza, en la cual me sellan la credencial.
            Tras la cena, la llamada a casa, y con la misma a la cama. No hago más que acostarme, las campanadas del reloj del Ayuntamiento, me hacen recordar los comentarios de otros peregrinos sobre este hecho; esto unido a los ronquidos de mi vecino de litera inferior, me hacen pensar que dormiré poco. Pero no es así y el cansancio me vence pronto.

                                                  
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