Diario 15ª etapa

                       Jueves 15 /07/04


            A las 6 de la mañana suena el despertador y, tras levantarme, me lavo y visto y empiezo a recoger las pocas cosas que me quedan, ya que anoche, antes de acostarme, recogí todas aquellas cosas que no iba a necesitar (eso tengo adelantado). Tras ello dejo la habitación, y tras dejar todo guardado en la bici, pago en recepción y me voy a desayunar en la cafetería de la misma pensión. Se encuentra completamente solitaria, debido a la hora tan temprana, y charlando con el camarero me tomo un frugal desayuno, y rápidamente me pongo en marcha hacia la estación de autobuses. Deseo llegar con tiempo suficiente para no tener problemas, y si los hay, tener tiempo de solucionarlos; además, he de guardar la bici en el maletero, y no se cómo habrá que hacerlo.

            Apenas hay nadie en la estación de autobuses, pero al cabo de una rato llegan dos ciclistas, también con alforjas, y charlando con ellos, me entero de que son sevillanos; ellos también han hecho la ruta mozárabe y vuelven también a casa. Uno de ellos se quedará en Salamanca, ya que tiene familia allí, y el otro me acompañará hasta nuestra tierra (Paterna está a 40 km de Sevilla). Me comentan que ellos salieron el día 4 de Julio y llegaron a Santiago el mismo día que yo. Haciendo mis calculos deduzco que han ido algo más rápidos que yo, ya que yo perdí medio día en la etapa de Salamanca y podría haber llegado el día trece si hubiera hecho los últimos 20 km de la última etapa en bici. Por lo tanto podría haberlo hecho en 12 ó 13 días (ellos lo han hecho en 11).

            Cuando nos enteramos de cual es nuestro autobús, nos acercamos a hablar con el chofer para guardar las bicis; a tenor de lo que he leido, parece ser que todos los chóferes de autobuses han de ser desagradables, y el nuestro no podía ser menos. Tras enseñarle el billete y comentarle que en él se recogía el transporte de la bici, me contesta que he de pagar un recargo, tal como me había indicado la taquillera el día anterior. Desmonto la rueda delantera de la bici, y la introduce en el maletero con muy poco cuidado, colocándola de pie apoyada en unas barras que dividen el maletero en tres partes y la sujeta con unos pulpos que le doy, no sin antes colocar yo un plástico entre el cuadro de la bici y las barras. Posteriormente hace la misma faena con las otras bicis, pero con aún menos cuidado y cuando uno de los muchachos le llama la atención, contesta con muy malos modos. Al final, los muchachos no disponen de pulpos, y con el chofer absolutamente cabreado, quitamos los pulpos que sujetaban la mia, y con eso nos arreglamos los tres, con tan mala fortuna, que mi bici, que es la que se encuentra en contacto con las barrras del autobús, sale del viaje con unos malditos arañazos.

            Tras proveerme de agua, crucigramas, revistas de bici y alguna que otra chucheria, nos montamos en el autobús dispuesto a soportar trece horas de viaje hasta Sevilla con dos paradas importantes en las que me bajé del autocar ( la primera en Salamanca para almorzar y la segunda en Merida para merendar) amén de un sinfín de otras pequeñas en las que no podía ni bajarme.

            A las nueve y veinte de la tarde, y con una enorme alegría, llegaba a Sevilla. Descargué y tras despedirme del colega, veo llegar a mi mujer y a mi hija Helena, y el corazón se dispara y la emoción, apenas me deja hablar. Nos fundimos en un abrazo y las beso efusivamente. Ellas no paran de mirame y sonreir, y sus sonrisas me hacen el hombre más feliz del mundo. Tras tranquilizarnos un poco, metemos todas las cosas en el coche y para casa. Durante el trayecto hasta Paterna no paro de hablar. Tras catorce días en los que apenas si tenía con quien hacerlo, ahora doy rienda suelta a mis emociones.

                                                YA ESTOY DE VUELTA.

                                                               
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